Los nuevos desafíos de Facebook

Facebook fue creado en 2004 con la intención de conectar entre sí a los estudiantes de Harvard. Tras un lanzamiento exitoso comenzó a abrirse a otros grupos sociales: primero autorizó el acceso a los alumnos de otras instituciones educativas de Estados Unidos y, en 2006, estableció un mínimo de 13 años de edad como único requisito para ingresar. Así se expandió hasta convertirse en la red social más popular del mundo: según una estadística reciente, cuenta con 1.712 millones de usuarios activos al mes, superando ampliamente los 1.000 millones de WhatsApp, que ocupa el segundo puesto. El podio lo completa otra creación de la empresa de Mark Zuckerberg: la aplicación de mensajería Facebook Messenger, que también ostenta un millardo.

Números alarmantes

Sin embargo, muchos creen que el reinado de Facebook está en peligro. Ya en 2013, un estudio de SocialBakers advertía que, entre los usuarios del Primer Mundo, las sesiones de uso de Facebook eran cada vez menos frecuentes y duraderas. Poco después, un trabajo financiado por la Unión Europea concluía que los adolescentes británicos estaban perdiendo interés en Facebook, y se volcaban a plataformas como Instagram y WhatsApp. Para esos jóvenes —de entre 16 y 18 años—, Facebook se había convertido en un espacio familiar, donde sus padres y otros parientes mayores podían vigilar sus actividades. Por eso elegían escaparse a redes donde no hubiera tanto control adulto.

En 2014, un informe de Frank N. Magid Associates Inc. señalaba que, entre los adolescentes que usaban redes sociales en Estados Unidos, la penetración de Facebook había caído de un 94% a un 88% con respecto al año anterior. La falta de confianza en el servicio parecía ser una de las razones. Ese mismo año, el banco de inversión Piper Jaffray les preguntó a 7.200 estudiantes del país norteamericano si utilizaban Facebook; un primer sondeo, realizado en primavera, arrojó un 72% de respuestas afirmativas, pero para el segundo, realizado en otoño, apenas un 45% dijo que sí.

Este año, un reporte de The Information reveló que los usuarios de Facebook están compartiendo cada vez menos material sobre su vida personal (original sharing), eligiendo en su lugar contenidos de fuentes externas como noticias o videos virales.

Si analizamos estos datos en contexto, podemos obtener algunas conclusiones impactantes:

  • Los usuarios que se incorporaron a Facebook en su momento de mayor popularidad ya son adultos, y los adolescentes de hoy están ocupados en otras plataformas. Por lo tanto, la comunidad de Facebook está envejeciendo.
  • Facebook ya tiene 12 años y, en todo ese tiempo, murieron varios millones de sus usuarios.
  • Facebook aplica políticas cada vez más rígidas contra la publicación de imágenes de desnudos (incluso aunque tengan valor histórico) y opiniones controversiales, como así también el uso de perfiles falsos. Por eso, los provocadores se exilian en medios más permisivos como Twitter, mientras Facebook se llena de fotos de mascotas y mensajes de amor.
  • Facebook nació como un servicio web en una época donde casi todo el tráfico de Internet provenía de dispositivos desktop. En 2007, el lanzamiento del primer iPhone dio comienzo a una veloz adopción de los dispositivos móviles como principal medio de acceso a Internet, y del uso de aplicaciones nativas en detrimento de los sitios web. Facebook tuvo que esforzarse para adaptar los servicios de su versión web a estas nuevas plataformas, con resultados no muy felices. En ese sentido, aplicaciones de aparición posterior, como Snapchat y WhatsApp, corren con ventaja porque fueron pensadas desde el principio para el mundo mobile, y sus prestaciones son más adecuadas para ese entorno.
  • Facebook es una herramienta multipropósito, pero los jóvenes tienden a utilizar herramientas de propósito específico; por ejemplo, Instagram para compartir fotos, Tumblr para publicar textos, WhatsApp para chatear y Snapchat para compartir noticias.

Todo parece abonar la predicción que lanzaran hace dos años desde la Universidad de Princeton: para 2017, Facebook habrá perdido un 80% de sus usuarios. Compararon el caso con el de MySpace, que supo ser la red social más popular del mundo y hoy no figura siquiera entre las primeras veinte.

Facebook no ha muerto

Sin embargo, las estadísticas presentadas son objeto de debate. Por ejemplo, el informe de Princeton fue tajantemente desmentido por los data scientists de Facebook. Además, los estudios que reflejan una merma importante en la base de usuarios de Facebook suelen limitarse a Estados Unidos y Europa. Pero en Latinoamérica, la red social de Mark Zuckerberg no ha perdido relevancia. El mejor ejemplo es Argentina, donde la penetración de Facebook alcanza a un 96,3% de los usuarios de redes sociales y a un 47,6% de la población total, según datos de eMarketer.

Por otra parte, el informe de Piper Jaffray incluye en el grupo de quienes no usan Facebook a aquellos que, directamente, no usan ninguna red social. Sería interesante contar con ese porcentaje desagregado: es probable que no solo Facebook, sino todas las redes sociales estén en crisis. Son permanentes las noticias sobre la falta de rentabilidad de Twitter y su imparable pérdida de usuarios. Las redes sociales han destruido incontables relaciones afectivas y laborales, promueven la cultura del odio, canalizan información errónea, pueden inhibir el contacto cara-a-cara y generan preocupación por la privacidad de los datos personales; esos inconvenientes han provocado más de un exilio digital. Al mismo tiempo, la propia masificación de muchas redes sociales les quitó el carácter «íntimo» que podían haber tenido al principio, para lamento de los early adopters (en sus primeros años, Twitter tenía tan pocos usuarios argentinos que incluso se los censaba a mano; hay quienes extrañan esa época). La necesidad de expresarse en un espacio privado y de corto alcance se refleja en el crecimiento de WhatsApp, Telegram y Snapchat (que, en términos estrictos, son servicios de mensajería instantánea más que redes sociales).

Por último, debe tenerse en cuenta que Instagram y WhatsApp, dos plataformas que supuestamente compiten con Facebook, han pasado a ser propiedad de la misma empresa en los últimos años.

El futuro

Mark Zuckerberg camina inadvertido mientras cientos de personas prueban un dispositivo de realidad virtual desarrollado por Facebook. La foto, tomada durante una conferencia de prensa de Samsung en España, causó preocupación por la influencia que puede tener este tipo de tecnologías en nuestro vínculo con el mundo real. Fuente: fanpage de Mark Zuckerberg en Facebook.

Facebook se propuso muchos desafíos para los próximos diez años. Los más importantes son tres:

  1. Realizar distintos desarrollos de inteligencia artificial, como un asistente digital personal que automatice tareas. Facebook ya tuvo varias incursiones exitosas en este campo, como su sistema de identificación facial y, más recientemente, las descripciones de imágenes automáticas, útiles para personas no videntes.
  2. Implementar sistemas de interacción social basados en realidad virtual. Facebook adquirió Oculus Rift en 2014.
  3. Ampliar la cobertura de Internet a nivel mundial a través de drones y tecnología láser.

Estas transformaciones pueden enriquecer el funcionamiento y el alcance de las redes sociales, o bien destruir ese concepto tal como lo conocemos. Lo que queda claro es que Facebook, lejos de paralizarse ante el achicamiento de su comunidad, sigue generando ideas innovadoras para influir cada vez más en nuestra vida diaria, en una expansión cuyas consecuencias pueden ser tan beneficiosas como preocupantes.

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Las páginas o fanpages de Facebook nos permiten acercar las novedades de nuestra marca a una comunidad de seguidores que, con un simple Me gusta, declararon expresamente su interés en los productos o servicios que ofrecemos. A simple vista, las ventajas de esta estrategia son las mismas que las de cualquier sistema de newsletters: poder estimar el volumen y la composición de nuestro público y darle a conocer nuestras propuestas. Sin embargo, las páginas de Facebook ofrecen una amplia gama de herramientas que nos brinda una libertad mucho mayor para expresar lo que deseamos, pero también para conseguir nuevos clientes: videos, imágenes, aplicaciones, eventos, actualizaciones automáticas y la posibilidad de generar intercambios de opiniones entre usuarios aseguran un mayor potencial publicitario.

Además de una adecuada tarea de community management, debe procurarse un correcto uso de esos recursos. El diseño de una página de Facebook puede no ser tan desafiante como el de un sitio web, ya que la plantilla está previamente armada; sin embargo, las imágenes de portada y perfil no son en absoluto algo a descuidar. El uso de gráficos atractivos, en general, es bastante eficiente en un medio donde prima la urgencia y los textos largos pasan desapercibidos.

Sin embargo, en las aplicaciones contamos con mayor libertad, ya que no se trata de elementos propios de la fanpage sino de objetos externos; por lo tanto, no tenemos por qué integrarlas al diseño de Facebook. Podemos desarrollar juegos y aplicaciones sociales con la funcionalidad y el aspecto visual que deseemos, siempre empleando los mecanismos que brinda la API de Facebook. Facebook ofrece grandes comodidades para la integración con otras redes sociales. Podemos desarrollar aplicaciones que permitan ver las últimas actualizaciones en nuestro blog o en nuestras cuentas de Pinterest o Twitter sin salir de la página. De esta manera, nuestra fanpage puede centralizar buena parte de la actividad diaria de nuestra empresa en la Red.